La séptima luna de Equidna podía verse desde donde me
encontraba. El planeta en cuestión era NX-1988. Me recordaba un poco a la
Tierra, solo que el cielo del atardecer siempre era turquesa. Me encontraba en
una misión de evacuación masiva por parte del Congreso Galáctico Apolo X.
Casi todos los nodos
de teleportación habían sido usados y la mayoría de las naves de escape casi se
llenaron. Pude ver a un joven que volteaba para despedirse de su planeta natal.
Pobre muchacho, él no tuvo la culpa.
Me encargaron esta
misión gracias a las habilidades que heredé de papá y que él heredó de mi
abuelo. A decir verdad, me aburría. Sí, era triste que ellos tuvieran que
despedirse de su planeta que iba a implosionar, pero eso pasaba por jugar con
energías que no podían controlar. Sin embargo, sentía algo de ansiedad, pero no
estaba seguro de que fuese por este inminente final.
De los heraldos del Apolo
X solo quedábamos mi compañera (una novata) y yo. Tomé una foto para recordar
cómo fue el último día de estas tierras.
Casi cerraba las
puertas cuando escuché a un anciano gritar a la desesperada que lo esperáramos.
Ese era el último ser que teníamos en el registro. Se desplazaba a saltos con
su mochila cohete y con un cachorro de pastor lunar en un brazo. Hacía años que
no veía esa raza. Decía mi papá que cuando vivía en la Tierra, él mismo ayudó a
crearla.
Detuve la puerta
mientras él cruzaba y le ayudé a subir al nodo de teleportación.
—¿Ya
cerramos? —me preguntó la novata.
—Inicia
el protocolo de despegue —le indiqué y pulsé el botón para ponerme el xkell,
un exoesqueleto de alta tecnología que servía para el combate y la exploración.
Sentí de nuevo una
preocupación, como si algo se me olvidara, justo antes de que sonara la alarma.
Traté de recordar hasta que mi colega gritó:
—¡A
la estación se le congeló el sistema y nuestra nave tiene fallas de arranque!
—¿Cómo
pasó esto? —quise saber, pero al voltear a las pantallas vi que el planeta ya
se agrietaba.
—¡Ay,
no! Las comunicaciones no funcionan tampoco. Las ondas de la implosión
afectaron todos los sistemas.
La situación era
alarmante, de verdad, pero a mí me asignaron aquí por una razón. Dirigí mi
vista a donde supuse estaba la estación galáctica más cercana y me concentré
antes de llamar a mi compañera.
—Toma
mi mano si quieres vivir! —grité al extender mi brazo.
Siempre quise usar esa
frase.
Si quieres saber cómo acaba este cuento, no te pierdas la antología junto a Janim Escobar que saldrá a finales de este año 2024.
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