Tenía entendido que esta era la penúltima clase de
narrativa que teníamos del semestre. Cursar cinematografía fue un maldito reto,
pero lo llevé bien, pues siempre fui un “mamador de cine”, como decían mis compas.
Más bien, era un consumidor del séptimo arte y la carrera fue pan comido. Llegué
al salón, me puse los audífonos, me senté en el mesabanco y me recosté sobre
mis brazos. No tenía ganas de estar aquí porque yo ya había exentado el examen
final.
El profe Ernesto entró
al salón y saludó como de costumbre. Era un productor de cine que siempre
vestía de camisa desfajada y pantalones formales. Apenas si rondaba los
cuarenta, pero lucía muy joven. Había decidido dedicarse a la enseñanza, pues
él mismo estaba decepcionado de la industria a la que brindaba dinero.
Contestamos al unísono un “buenas tardes” y yo subí el volumen a la pista que
sonaba. Jamie Believes de Alexandre Desplat. El profe explicó algo que
apenas si escuché al tiempo que escribía en el pizarrón: “impresiónenme” todo
en mayúsculas.
Me
quité uno de los audífonos y uno de mis compañeros me susurró:
—¿Checaste
el correo?
No
tuve tiempo de contestarle cuando el profe mandó llamar al primer alumno,
Álvarez. Mi compañero era un amante del cine francés y nos contó sobre su
película favorita: Corazón de fuego.
Una cinta animada aclamada del 2022. El profe escuchaba atentamente la
explicación y a la mitad lo mandó sentarse.
—Decepcionante,
Álvarez. Acabas de perder diez puntos. Te veo mañana en el examen. ¡Benítez!
—mandó llamar.
Se me
pusieron los nervios de punta. No sabía cómo impresionarlo o de qué película
hablarle. Era un maestro que ya había visto todo tipo de filmes. Volteé a ver a
mi compañero de mesabanco y él se veía igual de preocupado.
Nuestro
compañero al frente habló sobre La Célula, una película con Jennifer
López que se supone era de suspense, pero yo encontraba aburridísima. Benítez
apenas nos iba a contar sobre lo artístico de la producción cuando el profe lo
interrumpió.
—¡Qué
asco! Siéntate, por favor. ¡Cabrera, al frente!
Quité
rápido la música y me sentí mal, pues apenas iba en la tercera pista de la
banda sonora de El Origen de los Guardianes. Empecé a buscar en mi
teléfono una lista con películas que pudieran impresionar al profe.
Me puse a pensar a toda prisa. ¿Qué le podría gustar a
alguien que vive del cine? ¿El profe era un “mamador” como yo? Sabía que no le
gustaba el cine de orgullo americano, así que descarté El Majestic de
Jim Carrey. ¿Le gustaba la animación? Estaba seguro de que sí, él mismo dijo
que amaba Porco Rosso de Miyazaki. ¿Le gustaba el anime o solo algunas
de animación japonesa? Nos habló una vez de Spiderman: Un nuevo universo,
pero como soy muy distraído no supe si le gustó.
—¡No
mames, Delgado! —gritó el profe— ¿Open Season de Sony? ¿En serio? Siéntate
y son veinte puntos menos. Mañana vienes al examen con un rosario, por favor.
Aún
tenía tiempo, creo. Yo era Zúñiga Zavala, era lo último de lo último de
cualquier lista. El profe alzó la vista y me miró como si me retara. Vi una
media sonrisa en su rostro y llamó al siguiente: Enríquez.
¿Y si
elegía algo de verdaderos mamadores de cine? Una de esas películas de festival
que solo ven el director, el editor y tal vez algún desafortunado usuario de
YouTube que tuvo la desgracia de topársela. ¿Sería buena idea? Repasé la lista
de películas que tenía en formato físico. ¿Amores perros? Muy nacional. ¿La
invención de Cronos? Muy de novatos. ¿Serviría Isla de perros? Wes
Anderson, animación cuadro por cuadro, presunción a todo lo que daba. ¿¡A quién
engañaba!? Perdió contra Spiderman. ¡Laputa! También conocida como El
Castillo en el Cielo en Latinoamérica. Conmovedora, con mensaje, fuente de
inspiración de un chingo de cosas. ¡A huevo que le iba a gustar!
Sin
darme cuenta, ya iba por Medina, pobre desgraciado, habló de Ed Wood,
una mala película sobre un mal director. Veinticinco puntos menos y la promesa
de que lo vería seguramente en extras.
Mi
compañero de la derecha, en otro mesabanco, Navarro, miró a mi teléfono y
susurró:
—¡Cuánta
presunción! ¿Aún tienes películas en físico? —soltó una risita.
—¿Usted
de qué se ríe? —gritó el profe—. Al frente.
Si quieres saber cómo acaba este cuento, no te pierdas la antología junto a Janim Escobar que saldrá a finales de este año 2024.
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