Continúo con la saga de Relatos en Prosa con este cuento que espero les guste. Estaban por empezar los festejos decembrinos y Darien estaba...

El primer percance prenavideño

 Continúo con la saga de Relatos en Prosa con este cuento que espero les guste.

Estaban por empezar los festejos decembrinos y Darien estaba preocupado por su ahora mejor amiga. Miró su reloj por segunda vez y ya era tarde. Se supone que ella no tardaría en arreglar lo de la beneficencia. Suspiró preocupado e intentó relajar sus anchos hombros cuando la puerta de la bodega se abrió.

            —Vaya, ¿me sigues esperando? Qué amable de tu parte, Darien —dijo Beca Russo—. Tranquilo, amigote, no me va a pasar nada.

            Ella iba vestida con un traje de Santa Claus de color verde y un gorro de color negro.

            —¿Cómo no me voy a preocupar? ¡El Coco anda afuera!

            —Y está humillado y roto. El pobre fue abatido por la mano derecha del anterior Santa. Apenas si se puede transformar.

            Darien negó con la cabeza y volteó a ver el trineo que seguía apagado.

            —¿Quieres irte ya? Tenemos que ir a checar la lista de niños buenos.

            —Pero solo nos falta Canadá. Será sencillo y rápido.

            Darien sonrió y le ayudó a subir a Beca para después encender el trineo motorizado.

            —Tu gorro me trae bonitos recuerdos, ¿sabes?

            —Lo sé. Lo uso en honor a Vanessa. Ella es mi heroína y quiero igualarla.

            La chica arregló su cabello castaño y se ajustó sus anteojos redondos.

            —Sabes que te puedes arreglar la vista con la magia de Claus, ¿verdad?

            —La Navidad no es perfecta, Darien. También los humanos somos imperfectos y eso es lo más bello para mí.

            Salieron del lugar en su trineo volador para enfrentarse al frío invernal.

 

Llevaban una media hora de trayecto cuando sintieron un golpe por debajo del vehículo. Darien presionó un botón de su pulsera y un traje verde parecido al de Beca lo cubrió por completo. Alistó su lanza con punta de cristal de hielo cuando vio aparecer a una chica de cabello platinado, con atuendo formal y cara monstruosa.

            —¿Quién eres tú, adefesio? —gritó Beca que inclinó el timón para descender a un bosquecillo.

            La criatura siseó como única respuesta y salió volando debido al cambio de trayectoria.

            —¿Descendemos? ¿Y si es una trampa? —preguntó Darien.

            —Estoy segura de que es una trampa, pero quiero enfrentarlo.

            El muchacho asintió. Sabía de quién se trataba y sujetó su lanza a una mano listo para atacar.

            —¿Vas a sacar tus armas? —quiso saber el muchacho a escasos metros del suelo.

            —Estoy segura de que contigo basta.

            El trineo se detuvo de la nada en posición vertical. El par de navideños bajó como si nada y sin previo aviso, Darien arrojó su lanza a la penumbra.

            Se escuchó un alarido de dolor y un hombre blanco con un abrigo felpudo salió con la lanza clavada en la pierna.

            —¡¿Qué rayos te pasa?! ¿No saludas ni nada? —gritó enojado el tipejo con cara de nefasto.

            De nuevo soy yo, su confiable narrador navideño.

            —Un gusto conocerte, Coco. ¿Es diminutivo de Socorro?

            —No empieces, muchachito —siseó el monstruo—. Se creen mucho por ser los sucesores de Santa.

El Coco creció al menos tres metros y estaba por lanzar un rugido cuando Darien lo alcanzó con el costado de su lanza y lo estrelló contra la pared.

—Vaya, tenías razón, Beca. Del Coco solo queda esta piltrafa. Soren sí que le hizo mucho daño cuando lo enfrentó.

—Tú eres el músculo y la estrategia, Darien. Te dije que no hacía falta que yo participara.

El Coco se carcajeó a duras penas y se levantó de entre la nube de polvo.

—¿Crees que con esos músculos y esa arma me podrás hacer algo? —dijo al tiempo que escupía un poco de sangre—. Te hacen falta muchos años para igualarte a…

Darien aproximó su lanza a la entrepierna del Coco y lo alzó dibujando un arco por encima de él para estrellarlo contra el suelo.

—Ay, Darien, no sé por qué tenía que fanfarronear —dijo sincera la chica.

El muchacho no perdió el tiempo y cuando el Coco se quiso levantar, lo clavó a la tierra del bosque con varios golpes de su lanza. El monstruo intentó murmurar algo, pero se quedó quieto mientras los muchachos subían de nuevo al trineo.

            Cuando vio que se alejaban, el monstruo alzó su mano y salieron del suelo en tropel una manada de sus timoribi, sus aliados que representan el miedo. Alcanzaron el carruaje a máxima velocidad y le pegaron por debajo. Uno de los esquís se soltó y el vehículo se sacudió con violencia.

            —¡Siempre son los esquís! —se quejó Darien y volteó por encima de su hombro—-. ¡No inventes, son demasiados!

            —Yo reparo el trineo. Si algo pasa, sigue al Polo Norte y allá nos vemos.

            Darien asintió, tomó el timón y la chica se colgó del de un costado del trineo para repararlo.

            Le tomó solo un instante pegar el esquí y cuando estaba por reincorporarse, un timoribus se sujetó de su brazo y la tiró a la nada.

            Darien volteó a verla, pero la chica solo asintió para recordarle su promesa y se precipitó al suelo. Los timoribi volaron hacia ella y detuvo su caída al desenvainar uno de sus sables de su vestimenta y clavarlo en el suelo. Se mantuvo erguida, de cabeza, a una sola mano hasta que los escuchó caer. Giró sobre sí misma como un trompo letal y se despachó a varios con un segundo sable que se había materializado en su otra mano. Se postró en el piso y sacó su arma del suelo. Se puso en guardia cuando el Coco se apareció frente a ella.

            —¿No le temes al Coco, novata?

            Beca se desvaneció y apareció frente a uno de los timoribus del monstruo y lo cortó por la mitad haciéndolo polvo.

            —Seré una novata, pero he aprendido mucho de las notas que me dejó la hija de James Fixer.

            Se precipitó contra el Coco y él alcanzó a ver un aura verde de pura magia alrededor de la chica y un fulgor naranja en sus ojos justo cuando desenvainó sus sables gemelos.

 

            Darien intentó comunicarse con ella una vez que llegó al Taller y estacionó con pericia el trineo. Soren se acercó con premura y lo miró preocupado.

            —¡Hola! ¿Me escuchas, Beca? Dime que estás bien —gritaba Darien a su comunicador.

            Del dispositivo no se escuchó nada. Ni siquiera estática. Darien estaba por subirse al trineo cuando escuchó una voz femenina a su espalda.

            —Tranquilo, amigo. Estoy más que bien.

            Beca estaba detrás de él. Se zafó de una sombra que estaba a sus pies y se le veía manchada de barro, pero sonriente.

            Darien y Soren la miraron con asombro. ¡Había salido de las penumbras!

            —Es un truco que aprendí del manual de Santa y sus aliados. A Jack-o'-Lantern le funciona muy bien.



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