Era la décima derrota que tenía frente a mi amigo. Él era todo un profesional con el control. A mí ya me dolían los pulgares de presionar lo...

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Era la décima derrota que tenía frente a mi amigo. Él era todo un profesional con el control. A mí ya me dolían los pulgares de presionar los botones a lo loco y la cabeza de estar tan concentrado. Tomé un sorbo de agua y me limpié el sudor de la frente. Él, en cambio, estaba tan fresco como una lechuga y tan avispado como un halcón. 

—¿Otra golpiza, novato? ¿O ya estás cansado? —se mofó.

—Pues si no juego de pie —le contesté.

Seguimos así por horas y después iba a diario a practicar contra él. Jamás me rendí hasta que lo igualé…

Y así ha sido con todo, no tengo talentos natos, pero tengo el coraje para superar los desafíos. Es una valiosa lección que tomé de los videojuegos y lo tengo bien presente hasta el día de hoy.


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