Solo noté que rodaba por mi mejilla.
Un aluvión de malas noticias y desgracias me abrumaron en cuestión de minutos. No fue un dolor físico lo que me aquejó. Fue un dolor en mi alma que se extendió a cada fibra de mi ser y que me laceró mi existencia.
Dicen que no debemos llorar… Qué tonterías, eso solo lo dicen los monstruos sin alma. Sentí como llegó a mi barbilla y la sentí caer en mi regazo.
Sentí un alivio tremendo. Una sola lágrima me desahogó bastante de mis penas. De ellas siguieron una docena más y aunque no se solventó nada, fueron la válvula de escape de toda la presión que amenazaba con explotar dentro mío.
Una sola lágrima bastó para que me empezara a sentir mejor. No tienes que vivir con el duelo, tienes que aceptarlo, tomarlo, aceptar que te destrozó y después juntar los pedazos y seguir adelante…
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