Sus palabras me sacudieron por completo y me "sacaron de onda". No lo esperaba para nada. "Te amo", me había dicho.
—¿Qué? —le pregunté atónita.
—Te amo, amiga. Ya estoy cansada de callarlo —me contestó con franqueza.
No sabía cómo reaccionar, no sabía cómo contestarle. Me quedé en silencio y pasmada como jamás en mi vida.
—Me has ayudado tanto y has estado ahí para mí siempre que lo he necesitado —me dijo mirándome a los ojos y sosteniendo mi mano—. Tu amistad vale más para mí de lo que puedas imaginar.
No sabía qué contestar, simplemente estaba incómoda. La miré nerviosa y traté de zafar mi mano, pero no quería hacerlo bruscamente.
—Tú no tienes por qué sentir lo mismo —me explicó—. El amor fraternal que siento por ti no tiene por qué ser recíproco —me dijo mientras una lágrima le recorría el rostro—. Simplemente quería confesártelo, quería decírtelo desde hace mucho y no encontraba el momento justo. Necesitaba expresarlo porque me quemaba por dentro.
Me relajé al comprender qué quería decir. Me soltó la mano y me abrazó con cuidado, cómo si tuviera miedo de lastimarme. Le devolví el abrazo con fuerza.
Nos quedamos un rato abrazadas mientras mis mejillas se llenaban de lágrimas.
—No quiero que te quedes aquí en esta casa para siempre —musitó—, solo quiero que me prometas que siempre vas a ser mi amiga.
Me separé un poco de ella y le acomodé su rebelde mechón de cabello. Me limpié las lágrimas y le dije mirándola a los ojos.
—Prometo por todo lo que creo —declaré alzando una mano— que siempre estaré ahí para ti.
Al final no tenía que decirlo, pero lo dije de todas formas.
—Yo también te amo, amiga —revelé…
El resto de la tarde transcurrió normal, pero el resto de mi vida sería más dichosa.
0 Comments: