Llevaba una mala racha y estaba a punto de la desesperación cuando sentí una mano sobre mi hombro.
—No te preocupes, hijo, todo estará bien. Sé que así será. —me dijo mi abuelo con ternura.
—Gracias —contesté—. Ojalá pudiera visitarte pronto.
—Prefiero visitarte yo —replicó—. No quiero verte por acá pronto.
Me incliné un poco sobre el altar y miré su foto, encendí las velas y le dediqué una plegaria. Así era cada Día de Muertos.
Khan Medina
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