Dos personas caminaban por las calles de Xengsuo, la capital del reino de Azuta. Llevaban el andar tranquilo pero constante de los aventureros. La chica cargaba un arsenal considerable de armas: Una espada, un arco corto con su carcaj, dos navajas y un hacha. El muchacho, en cambio, cargaba únicamente dos espadas dispares. Ambos llevaban capas que ocultaban su atuendo.
—¿Entonces
no quieres tu parte de la recompensa? ¿En serio? —preguntaba la chica.
—No
tengo porqué recibirla, Aléthia —explicaba el muchacho—. Yo no estaba asignado
a esa misión, simplemente pasaba por ahí y decidí ayudarte. Además, tu hubieras
podido sola, solo te ahorré tiempo —aclaró.
—Te
lo agradezco, Lobo, pero si colaboraste en la misión debes recibir tu parte de la
recompensa —insistió Aléthia.
Lobo
la miró de reojo mientras andaban, iba a replicar otra vez cuando la chica lo
acalló con un ademán.
—Al
menos déjame invitarte a una copa —ofreció la muchacha.
—La
verdad es que no tomo —revelaba Lobo—. Me gusta estar sobrio y alerta.
—¡Por
favor! ¿Es en serio? —preguntó sorprendida Aléthia—. ¿Ni siquiera por mí, tu
mejor amiga?
—Soy
bebedor esporádico, bebo muy poco y muy rara vez. Yo… — se detuvo al ver la
expresión de súplica de su amiga—. De acuerdo, vamos, pero sólo unas pocas y
nos vamos. Tienes que entregar la misión.
—Así
se habla, Lobito —tomó del brazo a su amigo y lo condujo calle abajo buscando
un lugar donde beber.
Llegaron
a un lugar con buena pinta, un umbral vistoso conducía por un pasillo corto a
unas puertas vaivén, se escuchaba música dentro y parecía estar bien iluminado.
El rostro de Aléthia se iluminó y miró con anhelo ese lugar.
—¿Entramos?
—preguntó con la emoción de un infante.
Lobo
se mostró escéptico y no avanzó.
—¿Una
chingana? Creí que preferías beber en un lugar más… —buscó una palabra
adecuada— callado o tranquilo.
—¿Bromeas?
¿Música, canto, baile? Yo me apunto. ¡Vamos! —dijo al tiempo que lo jalaba
lugar adentro.
Encontraron
una mesa en un rincón que daba la privacidad suficiente para una conversación y
proporcionaba buena acústica para la música. La música era tranquilizante, le
daba cierta paz al lugar.
—No
hay baile, qué raro. Por cierto, ¿chingana? Hablas como mi padre —dijo Aléthia
cuando tomó asiento de frente al escenario.
—Así
les decían en el pueblo donde crecí —explicó Lobo sentándose a un costado de
ella.
Ordenaron
una ronda doble de cerveza dulce para cada uno a una camarera y Aléthia se
bebió su primer tarro casi de un sorbo. Se limpió con la manga y se disponía a
beber su segundo tarro cuando vio que su amigo alzaba una ceja.
—¿Qué?
Sé cuánto puedo tomar, tranquilízate —dijo con un ademán tranquilizador al
tiempo que bebía la mitad del segundo tarro. Lo dejó con cuidado sobre la mesa
y se dirigió a su amigo—. ¿En qué andabas cuando te encontré, una búsqueda de
damas hermosas? —preguntó con tono pícaro.
—No…
—respondió un poco renuente.
—Y entonces,
¿cómo me encontraste?
Lobo sonrió con
sinceridad y bebió un poco de su cerveza.
—Por eso me caes
bien, amiga —dijo al tiempo que sonreía—. Iba de paso cuando vi la persecución
y escuché que alguien gritaba: “¡Mátenla, mátenla!”. Corrí tras de ellos y fue
cuando te vi.
—Siempre
haciendo lo correcto, ¿no? ¿Por qué? —Dijo mientras lo miraba con inocencia y
se inclinaba sobre su tarro.
—No estoy
seguro. Lo tengo muy presente como un principio —se puso una mano en su pecho
mientras se removía en su asiento—. Es algo que sé que tengo que hacer. No sé
explicarlo bien.
—¿Hubieras
ayudado, aunque no hubiese sido yo? —inquirió la muchacha.
—Seguramente.
—Eres muy raro, Lobo.
Noble, pero raro —expresó confusa—. Digo, eran doce personas… Y sé que, aunque
hubieran sido más, habrías ayudado.
Aléthia empezó a
observar el lugar a detalle, se detuvo en algunos adornos del techo y en la
clientela que estaba en el lugar.
—¿Nunca te
cansas de hacer lo correcto? ¿En serio? —Dijo alzando una ceja mientras se
llevaba el tarro a la boca.
Lobo simplemente
negó con la cabeza.
La siguiente
ronda fue de cerveza de manzana aderezada con canela.
—¿Se te hace
guapa la camarera? —preguntó súbitamente Aléthia, que empezaba a tener un rubor
en su nariz.
—Es bonita, no
lo niego —contestó su amigo—. No es mi tipo, pero reconozco que es bonita.
—¿Por qué te
gusta Vita? —Soltó de repente Aléthia—. O sea, es bonita, pero es muy… difícil…
Es una persona difícil.
Lobo no contestó
inmediatamente, dio un largo sorbo antes de depositar su tarro sobre la mesa y
contestar.
—Me gusta, sólo
eso, no podría explicarlo. Se me hace increíblemente adorable. A veces no puedo
con su ternura.
—¿A pesar de
todo? —cuestionó Aléthia.
—Qué fácil es
amar a una persona por sus cualidades —respondió—, pero amarla por como son,
cualidades y defectos, ese es otro tema.
La chica se
quedó observando a su amigo un momento antes de que él continuara.
—Es complicado —continuó
Lobo—. Siento una conexión muy fuerte a pesar de tantas diferencias. Ella es
tan maravillosa que a veces de solo recordarla sonrío como un bobo. Es tan
bonita que me conmueve su solo recuerdo.
Lobo tenía un aire soñador en su mirada, su
amiga se dio cuenta de ello.
Aléthia, un
tanto distraída paseaba su dedo por el borde de uno de sus tarros vacíos. Se
incorporó ligeramente y se dirigió a su amigo con una franqueza juvenil:
—¿Crees que soy
bonita? —preguntó tan súbitamente que sacó de su ensimismamiento a su amigo.
—Sí —contestó
casi al instante, automáticamente.
Aléthia se irguió casi levantándose de su
asiento y se inclinó un poco hacia su amigo.
—No tienes que
mentirme, Lobo. Sé franco.
Lobo la miró con una ceja arqueada. Se
acomodó en su asiento y observó a su amiga.
—¿Disculpa?
—inquirió.
—Soy tu amiga,
Lobo. No tienes que mentirme para hacerme sentir bien. Vamos —hizo una
invitación con la cabeza—, dilo con franqueza. ¿Soy bonita?
—Amiga, eres muy
bonita —dijo sosteniéndole la mirada—, ¿por qué dudas de mi respuesta?
—Yo… —empezó a
decir Aléthia mientras se mordía un labio.
—Eres alguien
bonita, interesante, simpática, eres rara y eso me agrada —hizo una breve pausa
mientras Aléthia se iba sentando—. Y, ¿sabes algo? Si alguien te hizo dudar,
dime quién es y le iré a restregar su cara contra todo el Camino Real. Es en
serio —terminó de decir con más rudeza de la que pretendía.
Aléthia se quedó pasmada mientras desviaba
la mirada y se sonrojaba.
—Tampoco exageres, Lobito. —Dijo con la voz apagada...
Este es parte de un libro que voy a lanzar próximamente a un dólar. Tendrá el título (provisionalmente) de "Aléthia", crónicas de una maga sanadora.
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