Les comparto el tercer capítulo de la novela ligera que estoy escribiendo. Pueden leer el segundo aquí. Espero les guste.
El navío en el que viajábamos era una maravilla. Parecido a un barco pirata de alta velocidad, solo que las velas eran plegables, tenía cabinas de cristal retráctil y contaba con un arsenal mágico por todo el barco. Las armas se recargaban con el maná que absorbía del mar y el poco que tomaba del aire. El navío del padre de Azariel había sido el más temido por los rufianes hasta que se retiró y llegó El Trueno Lejano.
Estaba
recostada en un futón junto a una barra en miniatura. Ya la había asaltado y me
había servido una buena copa de vino. Veía como Azariel manejaba el navío con
pereza mientras revisaba un mapa. Este era de los pocos navíos que podían ir directamente
de Martillo a Tortuga sin tener que bordear Tormenta o Piraña. Aún lo recordaba
de cuando era niña.
Estaba a
punto de hacerle una pregunta cuando mi amigo me habló primero.
—¿Cómo es que una hechicera es
maestra de una bruja? —preguntó por encima del hombro.
Jugué con
la copa que tenía en su mano antes de contestar. Casi no hablaba de ese tema.
—Ella era una bruja en
Crepuscular —expliqué—. Tenían su aquelarre ahí y educaban a chicas desde muy
temprana edad. Ella era una promesa —dije aclarándome la garganta—, o al menos
eso le pareció a la matrona. No tiene familia, no tenía amigos antes de ser
formada —bajé la mirada a mi copa y traté de que no se me quebrara la voz.
Tenía una
pregunta formándose en él. Podía notarlo por su postura y su actuar. Tenía que
dar más explicación antes de llegar a la parte triste.
—Tiene un talento nato, la chica
—continué—. Sin embargo, le cuesta fabricar sus propios embrujos. Dice que la
complejidad de algunos es mucho para ella, aun así, superaba ya a algunas de
sus maestras. Los contraembrujos son lo suyo. Me ha sorprendido bastante lo
rápido que aprende. Respondiendo a tu pregunta inicial, tengo algunos libros de
brujería en Tiburón. Le enseño lo teórico y le explico lo que sé del
comportamiento de la magia. Las brujas no tienen maná propio, lo toman de la
naturaleza y lo usan para sus artes y encantamientos. Poseen afinidad mágica
como las hechiceras, pero no cuentan con maná para expulsarlo. Ella practica
por su cuenta e intercambia conocimientos conmigo. Ahora yo sé combatir brujas
y ella sabe contrarrestar hechiceros.
—¿Qué le pasó al aquelarre? —preguntó. Era la
pregunta más obvia.
Suspiré
resignada. Me estiré un poco y desvié la mirada porque me pesaba esa respuesta.
—No lo sabe —sentencié—. No era
muy querida por algunas de las brujas superiores, aunque sí tenía una mejor
amiga y una madrina. Fue a probar su valía yendo a una misión suicida hacia
Noche Eterna. Fue idea de las superiores. Cuando volvió, no encontró a ninguna
de sus compañeras. Todas habían desaparecido. No había rastros de violencia. No
obstante, todo estaba ahí, es como si se hubieran esfumado. Vagó por la isla
sin rumbo tratando de encontrarlas, pero fue en vano. El hecho de no poder
despedirse de su mejor amiga o su maestra la devastó. Luego se coló en un barco
hacia Delfín, pero no corrió mejor suerte. El capitán del navío la encontró y
la noqueó —tragué saliva.
El recuerdo
de cómo la encontré me remordió el corazón.
—En uno de mis viajes a esa
isla, la vi pidiendo limosnas en una esquina. Estaba muy maltratada y delgada.
Me acerqué a ella y me percaté de que era bruja inmediatamente. La tenían
controlada por medio de un sello, evitando que usara algún encantamiento —di un
largo sorbo a mi copa y la vacié—. La liberé del sello y me contó lo que le
pasó. Era muy chica y flacucha para ser prostituta; y muy débil para ser
guardaespaldas. La mandaron a las calles a mendigar. Me llené de rabia y fui a
negociar su liberación.
Azariel
dejó el orbe de navegación y se fue a sentar junto a mí. Puso torpemente una
mano en mi hombro tratando de consolarme y la retiró inmediatamente.
—Ahí estaba el mandamás y la
matrona —expliqué—. Me miraron con altivez en cuanto crucé. Les pedí que me
vendieran a la chica, pero se negaron. Por supuesto, sabían el potencial que
tenía. Seguramente estaban esperando un postor para venderla a altísimo precio
como bruja personal. Les dije que el dinero no era problema, pero me intentaron
correr de ahí y a ella me la arrebataron de mis manos para someterla y
golpearla —apreté los puños antes de continuar, pero mi amigo me interrumpió.
—Les diste su merecido —no fue
una pregunta.
—Los fulminé en el acto —confirmé—.
También a los infelices que llegaron después. Cuando tengo estos arrebatos de
ira —expuse mirando la palma de mi mano—, no controlo mi poder. Cuando acabé
con ellos y con el caos rodeándome; el mariscal de Delfín me miró con horror,
ni siquiera se acercó a intentar arrestarme. Tomé a la chica y la llevé conmigo
a Dorsal, en Tiburón. Ahí la escondí hasta que se recuperó. Ha sido mi aprendiz
desde entonces.
—Tú la amas —comentó él con
franqueza.
—Como si fuera mi hermana —aseveré—,
pero no quiero que ella se quede conmigo, tiene que ir a la Universidad, tiene
dotes de sanadora. Ella se merece algo mejor que estar con una descarriada como
yo.
—Te juzgas muy duro —dijo
poniéndome una mano en el hombro y dándome una palmada. Acto seguido se levantó
y fue por una tablilla de bocadillos y la colocó sobre mis piernas—. Eres asombrosa
y se nota que también te ama como a una figura familiar. Ya veremos qué pasa en
cuanto acabemos este viaje. De momento, hay que buscar el contrato naval más
jugoso y reclamarlo.
—¿Todavía no llegamos y ya estás pensando en oro? —pregunté mientras degustaba un chocolate.
Ya había
emergido y estábamos a punto de llegar a Tortuga. El navío seguía siendo tan
veloz como recordaba. La sonrisa de mi amigo me llenaba de confianza. Este iba
a ser un viaje interesante.
Está muy interesante y entretenida la historia
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