Les traigo como avance el cuarto capítulo de la novela ligera que estoy escribiendo. Pueden leer el tercero en este enlace. Que lo disfruten.
Najib llegó
hasta nosotros con dos contratos bastante jugosos. Uno era solo de oro y el
otro era menos, pero con piedras preciosas y dotaciones. No sabía por cuál
decidirme.
—Yo sugiero —interrumpió mis
pensamientos— el contrato surtido. Es buscar a unos piratas, destruir su barco,
traer al responsable ante el cliente si es posible. Fácil —sentenció—, como en
los viejos tiempos.
El otro
contrato era escoltar unos barcos. Más lucrativo, pero más tardado, dependiendo
del cliente. Mi amigo tenía razón, el de cacería era mejor opción.
Las chicas
se fueron a una tienda de magia a hacer trueque, mientras que nosotros fuimos
al mercadito a comprar las pocas provisiones que alcanzamos con el dinero que
tenía el barco al recuperarlo.
—¿Te puedo hacer una pregunta
personal, amigo? —pregunté a Najib cuando regresábamos al navío.
—Ya sé qué me va a preguntar —replicó
y suspiró—. No estoy obsesionado con ella —me respondió.
Esa era
exactamente la pregunta que le iba a plantear. Era muy bueno leyéndome.
—Es idéntica a mi hermana, la
que perdí —contestó apesadumbrado—. La vida me ha golpeado muy duro, he de
admitirlo, pero esto fue un remate. Traer a alguien que es idéntica a mi
querida hermana, es una sucia jugada del destino —calló por un momento y se
detuvo—. Si pusiera a Noemí junto a mi hermana, no podría distinguirlas. A
menos que me acercara, pues la bruja tiene una marca de nacimiento en el
cuello. Además, mi hermana no era bruja ni tenía dotes para la magia —se
encaminó de nuevo adelantándose.
Nunca le
había preguntado detalles personales a Najib, me daba pena admitirlo, pero
siempre me interesé más en lo que hacía que en lo que pensaba o sentía. Caso
contrario, él sabía mucho de mí. ¿Cómo podía considerarme su amigo? Se lo tenía
que reponer, de algún modo.
—Nunca he superado la pérdida de
mi hermana —se sinceró—, pero cuidaré de Noemí en honor a ella.
El resto
del camino intenté entablar conversación con él, pero las palabras no acudían a
mí. Simplemente me limité a escuchar los temas triviales que él comentaba.
Llegamos al
mismo tiempo que las chicas y alistamos el barco para zarpar en un santiamén.
El barco ya estaba completamente cargado de magia y mi tripulación ya se había
familiarizado con el navío de mi padre. Era hora de ponerse en marcha.
—Han visto a los piratas en unos
islotes entre Tiburón y Piraña —informó Noemí—. No solo eso, mi maestra ya
prepara un hechizo rastreador. Qué confiados fueron al dejar un arpón en el
barco que atacaron —comentó altiva.
Miré a Ann
que ya tenía listo su hechizo en forma de flecha. Nos llevaría hasta donde se
encontraba nuestro objetivo.
—Supongo que esto es lo que
quieres que haga con el Trueno Lejano, ¿no es así? —dijo mientras posaba el
hechizo frente al orbe de navegación—. Solo necesito algo que haya estado en
ese barco.
Negué con
la cabeza y metí las manos al orbe para zarpar.
—Es más complicado que eso —informé—.
Tiene un sello anti-rastreo, es imposible seguirlo así. Necesitas conocer el
hechizo que lo oculta para poder rastrearlo. ¿Podrás hacerlo? —inquirí
levantando una ceja.
—Podemos hacerlo —contestó Noemí
en su lugar—. No necesitamos estar en presencia de él. Solo estar cerca de
alguien que haya estado en contacto con el sello y podremos seguirlo o,
acercarnos lo suficiente al barco para poder hacer un contra-hechizo. O un
encantamiento que disuelva la magia. Es fácil —dijo encogiéndose de hombros.
Levanté la
vista y Ann asintió con la cabeza. Pues estaba hecho, era hora de ponerse en
marcha.
Llegamos
hasta unos pequeños islotes cavernosos cerca de Piraña, estábamos ocultos bajo un
hechizo de glamur esperando a que saliera el navío. Me desperecé y fui a la
cubierta, me senté junto a mi tripulación que estaban preparándose para un
ataque.
Noemí
estaba afilando unas dagas que había adquirido en la tienda donde fue con Ann.
Parecían unas agujas de cristal con un aspecto mortífero.
—En materiales conductores de
magia —empezó a explicar a la chica— esta intentará buscar las puntas, de modo
que esas dagas tienen doble utilidad.
Ella por su
parte parecía estar limpiando unos guanteletes que, por lo que sabía de
hechicería, servían para enfocar la magia a las manos de manera más efectiva.
Se puso de pie una vez que terminó y le hizo señas a su aprendiz para hiciera
lo mismo.
—Trata de imitarme —le pidió—.
La magia es un flujo y, por lo tanto, funciona mejor con movimientos fluidos.
Siempre controla la respiración —empezó a hacer unas formas de combate mientras
su alumna la imitaba.
Najib subió
a cubierta terminando de revisar las armas, me indicó con una cabezada que todo
estaba en orden. Se fue a la armería y regresó con un sable en mano.
—Es increíble que lo dejaran
casi intacto, ¿no lo cree, Capitán? —comentó mientras se situaba a mi lado.
Asentí. La
verdad es que me sentía aliviado que el navío estuviera intacto. Salvo por un
daño menor al ancla mágica, claro.
Estábamos
prácticamente listos para emboscar a nuestras presas cuando divisamos un barco
militar llegar. Más bien, era un inmenso buque militar. Lo conocía, era el
Vórtice, un barco robado de la flota del rey en Ballena. Lo había enfrentado
una vez, con su capitán de ese entonces, era una flota de un solo barco.
—Capitán, ¿ya vio eso? —me
preguntó Najib tragando saliva.
Si el
capitán actual era tan bueno como el anterior, era posible que estuviéramos en
desventaja.
Los vimos
atracar en un muelle pequeño y empezaron a descargar cofres y cajas con
montones de mercancía. Era una tripulación de una treintena de hombres, como
mínimo. Bajó el capitán seguido de una bruja con la mirada fija al piso. A diferencia
del resto de la tripulación, ella tenía una vestimenta muy raída y descuidada.
Vi de reojo que Ann se acercó a la barandilla con los puños apretados. Seguramente
la tenían cautiva.
—Noemí —la llamó—, ¿qué dicen?
Noemí se
acercó también a la barandilla y lanzó un disco metálico que rodó hasta cerca del
capitán. Nos tendió unos alambres a cada uno.
—Enróllenlos en su dedo y
colóquenlo cerca de su oreja —ordenó.
Lo hicimos
y en el acto escuchábamos con una claridad como si estuviésemos ahí junto al
cabecilla.
El infeliz
se estaba regodeando de haber atacado una flota de tres barcos y haber salido
victorioso. Se había llevado el botín de dos de ellos, pero al tercero lo
hundieron y no pudieron hacerse de sus tesoros. Tomó una copa de licor y la alzó
frente a sus hombres.
—Lo único malo —dijo
burlón—, es que nos gastamos casi todo nuestro arsenal en esos pordioseros —se
empezó a carcajear.
Najim me
miró significativamente. Estábamos pensando lo mismo. Era hora de poner en
marcha una distracción y llevarlos a una trampa.
Noemí se
ofreció como voluntaria para carnada. Aunque me rehusé al inicio, era la mejor
para el trabajo por ser tan menuda. Nos alistamos los demás mientras ella
preparaba un encantamiento adecuado.
—Bueno, hay que preparar el
atraco de mañana —empezó a decir el capitán—, de todas formas, no creo
que nos vayan a detener.
—Yo podría —dijo Noemí
muy altanera alzándose sobre una caja de mercancía—, se ven muy debiluchos,
marineros de agua dulce —insultó muy sobrada y tomó un collar de oro que
tenía a la mano.
A toda la
tripulación la tomó por sorpresa la presencia de la pequeña bruja. El capitán
tiró la copa que sostenía por el asombro de ver a una intrusa.
—¿Quién rayos eres? —chilló al volver en sí—. ¿Cómo
entraste? —exigió saber—. ¿Qué esperan, estultos? ¡Atrápenla!
La
tripulación empezó a seguirla mientras ella se escabullía entre las cajas.
Parecía una buena idea, hasta que dos de ellos cayeron inconscientes al
acercarse demasiado a la chica. Otro más recibió una explosión fétida en la
cara y comenzó a hacer arcadas. Los otros que siguieron en persecución súbitamente
se hundieron en fango salido de la nada. La chica llegó hasta la orilla y pareció
elevarse en el aire como si estuviera subiendo una pasarela invisible. Un
cúmulo de flechas voló hacia ella, pero algo las detuvo. El capitán ladeó su
cabeza muy confundido.
—Vaya, veo que no pueden con una
niña pequeña —dije apareciendo a la vista de todos, flotando en el aire—. Es
una lástima, creí que serían dignos rivales —me encogí de hombros—. Una
lástima, en serio —expresé con falsa pena—. Tendré que notificar a las flotas
en Delfín para que vengan por ustedes. ¡Nos vemos, próximos presos! —me burlé y
di media vuelta.
Me sentía
asombrosamente bien, interpretando nuevamente el papel de marino. Era como
ponerse un guante de terciopelo a medida. Me sentía perfectamente cómodo. No solo
eso, tender una trampa y ser astuto hacía arder una llama en mi interior.
—¡Azariel! —gritó el Capitán—.
¡Se supone que deberías estar muerto! ¿O acaso eres un fantasma vengativo?
—preguntó con la voz cargada de miedo mientras yo flotaba en el aire.
Me di media
vuelta para seguir con la teatralidad. Dibujé media sonrisa y expresé muy
soberbio:
—Ah, cierto. Traía un navío
digno de una buena batalla —dije orgulloso—, pero ustedes no lo valen —expresé
con una seña desdeñosa.
En ese
instante, el hechizo de glamur se terminó para revelar al Centella Mortal. El
asombro de nuestros enemigos no se hizo esperar. Escuchaba entre los murmullos
la extrañeza de ver ahí ese barco.
—¡Nos vemos, rufianes! Tal vez
los visite en la cárcel —me burlé dándoles la espalda.
Escuché
como toda la tripulación corría al barco mientras su líder bramaba órdenes a
toda prisa. Al llegar al muelle, una fuerte explosión se oyó a mis espaldas y
pude ver de reojo cómo salían llamas de una zona del barco. Sin embargo, se
extinguieron casi al instante.
—¡Necesitarás más que eso para
vencernos! —gritó mi enemigo.
No me
esperaba que hiciera daño, para ser honesto. Estaba midiendo la fortaleza de
aquel barco. Ann apareció secándose con magia por un costado mío. Miraba
confiada la escena.
—Buena bomba —la felicité—. Eso
me da una idea de qué estrategia usar.
Ella solo
asintió sonriendo y se movió a su lugar. Salimos a la luz solar, dejando la
cueva detrás y viramos para ocultarnos de la vista de nuestros ahora
perseguidores. Corrí al orbe de navegación y sumergí el barco. Vimos cómo el
Vórtice surcaba las aguas por encima de nosotros, desplegaba las velas y
desaceleraba de golpe al ya no vernos. Se adentró un poco al mar tratando de
localizarnos seguramente.
Salimos por
un costado de ellos alterando la marea. Su sorpresa fue evidente, vimos un coro
de bocas abiertas y al capitán completamente pasmado. Éramos un tiburón que
saltaba por su presa.
Najib y Ann
dispararon la galería de flechas perforantes y dañamos el estribor de su barco.
Estuvieron a la expectativa de mi siguiente orden.
Nos
dispararon una ráfaga de saetas incendiarias, pero nos sumergimos en un
instante y cruzamos por debajo de ellos. Justo por debajo, accionamos el Disipa
Tormentas, un poderoso disparo de vapor que abría los cielos. El barco enemigo
crujió, pero resistió el golpe increíblemente. Salimos a superficie y estábamos
apuntando a babor. Su tripulación reaccionó con una velocidad asombrosa.
Noemí ya
tenía listo su encantamiento y lo lanzó al agua. Un torrente verdoso salió
disparado a nuestros rivales y algunos fueron afectados inmediatamente. Las
arcadas y mareos no se hicieron esperar y derribaron a la mitad de los arqueros
y lanceros. El Capitán fue cubierto por un encantamiento protector y nos miraba
con furia. La gelidez de su mirada me hizo sentir incómodo.
Ann, por su
parte, tenía listo su propio hechizo, unos cristales de hielo se formaron sobre
la superficie del agua y se estrellaron contra el casco del barco con tanta
violencia que lo agrietaron sin piedad. Najib accionó una palanca para lanzar
los ganchos y nos preparamos para el abordaje. Noemí con su daga, Najib con su
sable, Ann con sus guanteletes que ayudaban a moldear la magia y yo con unas
espadas dobles. Sus fuerzas estaban mermadas, pero aun así había gente en
posición de luchar. Doce contra cuatro. No me gustaban esos números porque era
demasiada ventaja para nosotros.
Caímos al
unísono con la precisión de un mecanismo de reloj y comenzamos la batalla.
Noemí corrió entre tres adversarios y los rozó con sus agujas. Los pobres
intentaron golpearla, pero estaban muy difusos, apenas podían mantenerse en
pie. Najib se enfrascó en una pelea contra cuatro marineros, blandiendo su
sable y repeliendo todos los ataques. Era tan diestro que los alejó de nosotros
sin pestañear ni sudar. Ann cargó sus guanteletes con maná y detuvo con
facilidad un tajo vertical que venía hacia ella con una sola mano. Hizo crujir
la espada y la desvió hacia un lado mientras golpeaba a su portador con la mano
libre. Una estocada de frente que detuvo con ambas manos y que después rompió
la hoja con esfuerzo. El último sujeto, un inmenso rival, cargó contra ella a
puño limpio. Sus manos destellaban maná de color azul, era un hechicero.
Lástima para él, no era tan bueno con los puñetazos como Ann. Una combinación
al rostro, costillas y pecho. El sujeto cayó noqueado al piso.
El capitán
enemigo había retrocedido instintivamente. Llevó su mano al pomo de la espada
de forma instintiva. A su izquierda estaba su almirante y a su derecha la bruja
que tenía prisionera. El primero en atacar fue el almirante. Su confianza me
conmovió un poco. Un tajo en diagonal que rechacé con mi hoja. Un golpe de
revés con mi mano libre, un cabezazo a su nariz y una palmada a su oído
derecho. Noqueado.
La derrota
se veía en su rostro. Su mano temblorosa delataba el nerviosismo que sentía. Me
acerqué con cautela, pues no sabía cómo me atacaría. Escuché un chasquido a mi
izquierda y esa era mi señal, lo habíamos planeado. Empujó a la bruja por la
nuca y ella me miró distraída. Vi que un embrujo se formaba en sus manos
gracias a los anillos que portaba. Lo lanzó hacia mí, pero se deshizo como si chocara
con una pared invisible. Noemí blandía una varita de madera y la apuntaba
primero hacia mi persona para luego dirigirla hacia la bruja. Ella abrió los
ojos de par en par intentando correr hacia la chiquilla, pero al dar unos pasos
se hincó como víctima de una fatiga repentina. La joven bruja se acercó a ella
y la sujetó por los hombros, dándole unas palmaditas en la espalda.
—Supongo que aquí te rindes
—dije dirigiéndome al Capitán, ahora completamente solo.
—Primero muerto —me respondió
con estupidez.
Se lanzó
hacia mí blandiendo su espada, pero yo esquivé su embate, le sujeté la muñeca y
lo desarmé con facilidad.
—Te estoy diciendo —dije
irritado al tiempo que le daba un puñetazo al rostro— que te rindas.
Trastabilló
unos cuantos pasos y volvió al ataque con un puñetazo a profundidad. Le detuve
su ataque con mi mano, lo aparté y empecé a golpearlo sin piedad. Al menos tres
golpes a su rostro, dos a sus costillas y una patada elevada a su antebrazo.
Intentó inútilmente darme dos *rectos, pero me agaché para esquivarlos, yo
contesté con dos rectos a su pecho. Cuando intentó recuperarse, lo mandé al
piso con un gancho al mentón. Estaba derrotado.
Me
desperecé y cuadré los hombros. Estaba un poco cansado, pero extasiado. Miré a
mi alrededor y Najib ya había amarrado a todos los tripulantes. Noemí atendía a
su colega bruja, que sollozaba en silencio sobre su hombro. Sí, era una
prisionera. Ann fue quien se acercó a mí con paso decidido. Levantó al saco de
golpes que había sido mi enemigo y lo alzó de los hombros. Vi cómo canalizaba
magia hacia él.
—Ahora me dirás la verdad
—recitaba—. ¿Cuál era el objetivo de esta operación? —preguntó sacudiéndolo—. ¿Quién
es tu comprador?
—Queríamos juntar dinero para
comprar un islote en Ballena —musitó con un deje de dolor en su voz—. Nuestro
comprador es Daigón, de la tripulación de Fets. Lo íbamos a ver en Calamar
exactamente dentro de un ciclo —dijo esto último y perdió el conocimiento.
Ann me miró
con cautela. Pensaba lo mismo que yo: era la primera pista sobre mi hermano. El
viaje había sido más fructífero de lo que esperaba.
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